domingo, 11 de enero de 2009

Un Pacharán y tres hielos, por favor (3)

Desde pequeño le había gustado la novela negra, con apenas ocho años ya robaba “el Caso” al quiosquero de la esquina, su madre siempre le contaba que con apenas 4 se emocionaba cada vez que escuchaba una sirena de policía. Parecía que había nacido para aquello.
-Señor comisario- eran las palabras que resonaban en su imaginación una y otra vez. Le fascinaba la idea de llegar algún día a ser un reconocido jefe de la policía forense, no obstante debía de contentarse con ser uno mas entre la plantilla de becarios.
Su privilegiada cabeza le daba cierto protagonismo entre los “matarifes” como les llamaban en confianza. Su misión era sencilla, ayudar al jefe en las operaciones más comunes.

Aquel día todo fue diferente, eran las 11 de la mañana y el superior no había llegado, hoy era el día de su reincorporación de vacaciones. Las malas lenguas decían que estaba pasando por la típica depresión de los sesenta años, solo le faltaban tres para jubilarse y sin embargo la felicidad no era propia en su semblante. De repente surgió un aviso, debían acudir al Hotel más importante de la ciudad a tres manzanas de la comisaría.
Debido al retraso del forense y a su superioridad intelectual sobre sus compañeros este sería el momento que llevaba esperando durante cinco mese atrás.

Cinco minutos después llegó al Hotel Victoria. Los recepcionistas le dieron las indicaciones pertinentes. Subió al quinto piso y se dirigió a la habitación 510, en su recorrido por el pasillo observó que la puerta ya estaba abierta, algunas camareras de pisos curioseaban en el lugar del crimen, entre susurros se barajaba el suicidio, la tensión del ambiente se masticaba.

Al llegar a la puerta se detuvo en el quicio de forma agresiva. No creía lo que sus ojos le mostraban. Tirado en el suelo descansando sobre un colchón de Pacharán y rodeado de botellas de alcohol medio vacías observaba a su jefe, el cazador cazado, el matarife matado. En una de sus manos una pequeña caja de madera con la tapa medio abierta, en su interior lo que parecían unas cuantas fotos, en la otra una bolsita con pastillas…

3 comentarios:

Lunaria dijo...

Al final sucedió. Una muerte muy amarga. No se por qué ( porque no tiene mucha similitud) pero me ha recordado un poco a un fragmento perteneciente al comienzo del libro "El juego del Angel" de Zafón. Ya ves, mi mente es así. En todo caso, me ha gustado mucho.
Buen escrito.
Un abrazo.

Gabiprog dijo...

¿Su jefe?...
A veces vivir en el estercolero te hace ser parte de la basura.
Veremos...
:-)

Mariposa_de_papel dijo...

Triste y emocionante hasta el final, quién podría imaginarse semejante desenlace, y muy ciertas las palabras de los comentarios anteriores.

Saludos!