martes, 16 de diciembre de 2008

...parada de bús

La primera vez que lo vi eran las ocho y media de la mañana, su cuerpo rechoncho estaba recubierto de ropa, la tela de su bufanda se juntaba con el logotipo de su gorro exclusivamente para dejar un pequeño hueco entre sus ojos por el cual observaba el mundo real. El frío no le atemorizaba, sus manos se frotaban entre sí para burlarlo y sus pies bailoteaban jocosamente en pos del calor que tanto distaba de la temperatura Granadina. Lo observé dubitativo, no sé que me llamó la atención, supongo que su forma de mirar. Siempre me recordó a ese perro curioso que con gran personalidad se aparta de su amo para explorar el mundo. Miraba todo, me daba la sensación de que no se perdía ningún detalle, sin embargo no se movía, no se levantaba de su refugio en el cual potencialmente, aunque parece que nunca en acto, esperaba el autobús.

Los días pasaban y siempre que recorría aquel sendero, él estaba allí con su movimiento de manos y su bailoteo de pies. Mirándolo todo, minuciosamente, meticulosamente, pacientemente. Durante un año pasé por aquel lugar a todas las horas de la mañana, las ocho y media, las diez y media, las doce… Y en muy pocas ocasiones faltaba su presencia, como un elemento perenne en la escena. Siempre al marcharme de vacaciones pensaba que su tesón no “me esperaría” más al volver de mi retiro comprobaba atónito que su pertinacia no tenía límites.

Pasé mucho tiempo acostumbrándome a su mirar, a su vejez, a su imperturbabilidad. Cada vez que transitaba los mismos pasos me preguntaba cuál sería el motivo de su estampa en aquel preciso lugar.

Una tarde estudiando me asaltó su imagen, machacando mi cabeza la duda de su existencia y de su tenacidad pensé que a la mañana siguiente conversaría con él a la vuelta de mi quehacer diario. Al sonar el despertador me levanté rápidamente me duche y partí hacia mi rutina. Al pasar con el autobús el misterioso anciano ocupaba el lugar que le correspondía desde hace un par de años, su tranquilidad parecía mas activa que normalmente, aún así seguía en su mismo lugar, el lado derecho del banco de la parada del autobús, mirando de un lado a otro, observándolo todo con el orden que le caracterizaba.
Esa mañana comenté a mis compañeros que ese sería el día en el que averiguaría porqué aquel anciano se sentaba día si y día también a mirar y a observar el mundo que le rodeaba durante horas y horas cada mañana. Mi nerviosismo se hacía latente y diversas posibilidades pasaban por mi cabeza, desde la más lógica y normal - un anciano que no tenía nada que hacer, y se sentaba a tomar el sol y a ver pasar a la gente - hasta las más enrevesadas - que esperaba a un amor de la infancia con el cual había pactado de niño el verse por última vez antes de morir.

Aquella mañana bajé la cuesta que nos separaba con más alegría, como con más musicalidad, con el nerviosismo de aquel que comprueba la veracidad de un problema de matemáticas, sin embargo al llegar al lugar en cuestión, mi ceja se levantó y mi ceño se frunció. Aquel anciano había faltado a su cita diaria en la parada del autobús, nevara, lloviese, o hiciera un sol morrocotudo, aquel anciano apenas faltaba a su cita con la vida, con la realidad, con el pequeño universo de aquella parada de autobús.

Un poco decepcionado pero tranquilo seguí mi camino pensando que sería una de esas pocas veces que el anciano descuidaba su cita. A la mañana siguiente observé que tampoco se encontraba en su asiento matutino. Pasaron las semanas, se sucedieron los meses y el abuelo no volvió a ocupar su lugar. Posiblemente por unas pocas horas no averigüé el nombre de aquel anciano que tanto me dio que pensar…

5 comentarios:

Gabiprog dijo...

Al final siempre extrañamos algo fuera de norma que contraste la gris rutina.

Un abrazo.

Lunaria dijo...

Más de una vez me he parado a pensar cual ha sido la causa por la que no hice esto o aquello otro. Supongo que pensarás por qué no tomaste la decisión de preguntarle una semana antes, por ejemplo. Pero esas cosas suceden y no eres el único. Aunque ya, hasta yo me quedo con la intriga de qué le pasaría al anciano.
Un beso.

María dijo...

Gracias por enlazar mi blog entre tus blogs seguidores, voy a ojear tus blogs, que veo tienes muchos.

Saludos.

இலை Bohemia இலை dijo...

dudas que nos acompañan siempre, de los caminos errados y acertados...

BSS

Anónimo dijo...

Una emotiva historia llena de lo cotidiano. Eso es lo que la hace especial. Su cercanía. Gracias por visitarme, compañero y te deseo lo mejor. Que tengas una buena Navidad. Un abrazo.