jueves, 5 de febrero de 2009

Paradoja de Russell.

En un lejano poblado de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro en escamondar pies y en poner sanguijuelas. Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el emirato, y ordenó que los barberos sólo afeitaran a aquellas personas que no pudieran hacerlo por sí mismas. Cierto día el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias:


-- En mi pueblo soy el único barbero. Si me afeito, entonces puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto no debería de afeitarme el barbero de mi pueblo ¡que soy yo! Pero si por el contrario, no me afeito, entonces algún barbero me debe afeitar ¡pero yo soy el único barbero de allí!


El emir pensó que sus pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus hijas. Así, el barbero As-Samet vivió por siempre feliz.

Filosofía del lenguaje hecho. Parece ser que 4 de 4. Más de lo que imaginaba al principio

3 comentarios:

Gabiprog dijo...

Mira que irle con paradojas a un que manda...
jejeje

;-)

Pero bueno... Le salió bien!!!

Anónimo dijo...

No todo el mundo piensa y urga en las callejuelas de la razon. Muy gratificante que le hayan premiado por ello.
Un saludo.

Juan Tamenela dijo...

A veces esas pequeñas paradojas de las leyes daban lugar a ejecuciones estúpidas.