Apoyado en el alfeizar de la ventana mientras el humo de un narghile consumía el ocaso, preguntabase por la sucesión del tiempo.
-¡Maldito caprichoso incontrolable!- pensaba. Recordaba aquellos momentos que nunca debería haber recordado y olvidaba aquellos otros que nunca debería haber olvidado. El lucero del alba le recordaba la pequeñez del infinito y le gritaba en el oido la fuerza de su propia vida, de su propia mente, de aquella mente enferma que le obligaba a escribir, a recordar y a olvidar.
Una vida construida única y exclusivamente en los cimientos de una esponjosa nube, de una nube más real que el mismo átomo de Rutherford o el minino de aquél tal Schrödinger.
Montado en su nube imaginaba como sería su futuro, su presente y su pasado. Imaginaba como amueblaría las habitaciones y el desván de su particular castillo en el aire. Sus ojos se empañaron posiblemente por la brisa que corría, quizás por el turco humo sabor a melón o simplemente pudo ser un pellizco que se le cogió en una zona del estomago llamada algo así como nostalgia...
Caravana...
Hace 5 semanas
3 comentarios:
A veces hay sonrisa, otras veces comezón… no suele haber términos cuando se juega con los recuerdos.
Un abrazo de reencuentro.
genial.
menos mal que vuelves a escribir ¡
saludos
Muy lindo lo que escribris!
Te invito a pasar por mi blog
clarasojo.blogspot.com
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