
-- En mi pueblo soy el único barbero. Si me afeito, entonces puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto no debería de afeitarme el barbero de mi pueblo ¡que soy yo! Pero si por el contrario, no me afeito, entonces algún barbero me debe afeitar ¡pero yo soy el único barbero de allí!
El emir pensó que sus pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus hijas. Así, el barbero As-Samet vivió por siempre feliz.
Filosofía del lenguaje hecho. Parece ser que 4 de 4. Más de lo que imaginaba al principio
3 comentarios:
Mira que irle con paradojas a un que manda...
jejeje
;-)
Pero bueno... Le salió bien!!!
No todo el mundo piensa y urga en las callejuelas de la razon. Muy gratificante que le hayan premiado por ello.
Un saludo.
A veces esas pequeñas paradojas de las leyes daban lugar a ejecuciones estúpidas.
Publicar un comentario