domingo, 28 de diciembre de 2008

Un pacharán y tres hielos, por favor.

El tic-tac del reloj rebotaba en sus oídos. Tirado en el sofá mientras agitaba un vaso corto donde los hielos bailaban con el Pacharán. Su única amiga la botella. Desde hacía un par de meses no faltaba a su ritual de ebriedad nocturna, le daba miedo dormir, por lo que bebía para paliar el temor.
La causa de este respeto al abrazo de Morfeo no era otro que el recuerdo, la melancolía que le producían los sueños. Mientras observaba como los hielos se derretían al contacto del alcohol pensaba en sus sesenta y dos primaveras, haciendo unos cálculos mas que generosos podía vislumbrar que le quedaba poco tiempo, quince, diecisiete, a lo sumo veinte años; su familia no fue muy longeva que digamos.

El alcohol penetraba en sus venas y se mezclaba con sus glóbulos rojos a un ritmo frenético, tres o cuatro copas cada hora era su media.
Bebía y lo odiaba, sin embargo era la única forma de mitigar esa angustia que le consumía por dentro, había vivido su vida, ¿qué era lo próximo? Nunca creyó en esperanzas ultra terrenales, siempre se definió como un ateo acérrimo, no creía en Dios, espíritus o cualquiera de esas “patochadas” como solía llamarlas.

Bebía para olvidar, olvidar que la muerte ganaría esa partida tan segura de sí misma, que le dejaba una vida por delante en una macabra ironía. Bebió el último trago de la copa, con esta ya llevaba doce, suficiente por hoy, se acomodó la almohada entre las cervicales y dejó que una lágrima recorriera su mejilla. No quiero que esto acabe, no entiendo que hago aquí…- susurró. Cerro los ojos y soñó.

viernes, 26 de diciembre de 2008

El corazón tiene razones que la razón no entiende


...Nuestras manos separadas por un telón de acero...

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Felices fiestas




Buen rollo para felicitar la navidad!!!
Felices fiestas y gracias por visitarme
Abrazos varios

lunes, 22 de diciembre de 2008

... teatro, la vida es puro teatro.

Angustia sazonada con suspiros eternos denota el “amor” que siento por todo este teatro absurdo donde me hallo bailando con el tiempo en un pérfido sinsentido. Pierrot anodino a solas, bufón histriónico en público. Ahogo mis penas en el exilio nocturno con mi almohada como única amiga…

domingo, 21 de diciembre de 2008

... melancolía en copos de nieve.

Cuando mi vida “madura” me sobrepasa,
cuando los datos de exámenes se amontonan en mi cabeza,
cuando el trabajo me roba los momentos de diversión,
cuando la responsabilidad pesa más que mi insensatez.


Me doy cuenta que nací para ser un eterno niño,
y no para compromisos y cadenas.
Con la inocencia del eterno examinador infante,
observo cada detalle que se me muestra a la mano.


Me doy cuenta que como dijo el sabio:
“no dejamos de jugar por hacernos mayores,
nos hacemos mayores por dejar de jugar"



Hacía más de 2 años que no veía nieve, siempre amaré la sensación de frío en las manos.

martes, 16 de diciembre de 2008

...parada de bús

La primera vez que lo vi eran las ocho y media de la mañana, su cuerpo rechoncho estaba recubierto de ropa, la tela de su bufanda se juntaba con el logotipo de su gorro exclusivamente para dejar un pequeño hueco entre sus ojos por el cual observaba el mundo real. El frío no le atemorizaba, sus manos se frotaban entre sí para burlarlo y sus pies bailoteaban jocosamente en pos del calor que tanto distaba de la temperatura Granadina. Lo observé dubitativo, no sé que me llamó la atención, supongo que su forma de mirar. Siempre me recordó a ese perro curioso que con gran personalidad se aparta de su amo para explorar el mundo. Miraba todo, me daba la sensación de que no se perdía ningún detalle, sin embargo no se movía, no se levantaba de su refugio en el cual potencialmente, aunque parece que nunca en acto, esperaba el autobús.

Los días pasaban y siempre que recorría aquel sendero, él estaba allí con su movimiento de manos y su bailoteo de pies. Mirándolo todo, minuciosamente, meticulosamente, pacientemente. Durante un año pasé por aquel lugar a todas las horas de la mañana, las ocho y media, las diez y media, las doce… Y en muy pocas ocasiones faltaba su presencia, como un elemento perenne en la escena. Siempre al marcharme de vacaciones pensaba que su tesón no “me esperaría” más al volver de mi retiro comprobaba atónito que su pertinacia no tenía límites.

Pasé mucho tiempo acostumbrándome a su mirar, a su vejez, a su imperturbabilidad. Cada vez que transitaba los mismos pasos me preguntaba cuál sería el motivo de su estampa en aquel preciso lugar.

Una tarde estudiando me asaltó su imagen, machacando mi cabeza la duda de su existencia y de su tenacidad pensé que a la mañana siguiente conversaría con él a la vuelta de mi quehacer diario. Al sonar el despertador me levanté rápidamente me duche y partí hacia mi rutina. Al pasar con el autobús el misterioso anciano ocupaba el lugar que le correspondía desde hace un par de años, su tranquilidad parecía mas activa que normalmente, aún así seguía en su mismo lugar, el lado derecho del banco de la parada del autobús, mirando de un lado a otro, observándolo todo con el orden que le caracterizaba.
Esa mañana comenté a mis compañeros que ese sería el día en el que averiguaría porqué aquel anciano se sentaba día si y día también a mirar y a observar el mundo que le rodeaba durante horas y horas cada mañana. Mi nerviosismo se hacía latente y diversas posibilidades pasaban por mi cabeza, desde la más lógica y normal - un anciano que no tenía nada que hacer, y se sentaba a tomar el sol y a ver pasar a la gente - hasta las más enrevesadas - que esperaba a un amor de la infancia con el cual había pactado de niño el verse por última vez antes de morir.

Aquella mañana bajé la cuesta que nos separaba con más alegría, como con más musicalidad, con el nerviosismo de aquel que comprueba la veracidad de un problema de matemáticas, sin embargo al llegar al lugar en cuestión, mi ceja se levantó y mi ceño se frunció. Aquel anciano había faltado a su cita diaria en la parada del autobús, nevara, lloviese, o hiciera un sol morrocotudo, aquel anciano apenas faltaba a su cita con la vida, con la realidad, con el pequeño universo de aquella parada de autobús.

Un poco decepcionado pero tranquilo seguí mi camino pensando que sería una de esas pocas veces que el anciano descuidaba su cita. A la mañana siguiente observé que tampoco se encontraba en su asiento matutino. Pasaron las semanas, se sucedieron los meses y el abuelo no volvió a ocupar su lugar. Posiblemente por unas pocas horas no averigüé el nombre de aquel anciano que tanto me dio que pensar…

Ludwing Wittgenstein

(7) De lo que no se puede hablar hay que callar.

Miercoles y viernes examen, el del miercoles me da mas igual el del viernes tengo que aprobarlo como sea...
P.D: me pasaré menos de lo que me gustaría

domingo, 14 de diciembre de 2008

Buen concierto, si señor

Cita




Y mi mayor regalo es vivir este momento.

Gracias por venir enano, tornaste la noche del olvido al recuerdo con un chasquido de dedos. 1 abrazo nen

jueves, 11 de diciembre de 2008


Hagamos un trato. Te recojo a las 8 en tu puerta, te llevo a la luna y vemos el anochecer.


No se lo digas a nadie, esta noche no quiero que me estorbe ni el aire

martes, 9 de diciembre de 2008

Niño mazorca

- ¿Qué te pasa?
- Nada. (suspiro)
- Dime un objeto...
- o.0
- Dime un objeto y le pongo sombrero.
- 0.0 ... una mazorca de maiz.
- Ummm... me lo has puesto dificil. ¬¬
- ^^


Siempre tuviste el poder de hacerme sonreir facilmente, supongo que por eso te quiero tanto.

..

Sobre el absurdo de la vida.


En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que los animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto mas altanero y falaz de la "Historia Universal"; pero, a fin de cuentas, un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente bien cuán lastimoso, cuán sombrío, cuán esteril y arbitrario es el estado en que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo acabe todo, para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la propia vida humana.



Posiblemente el texto que mejor me ayuda a comprender cual es mi sentido en esta vida. Cuando me siento perdido, leo y me doy cuenta de que no soy nada. Lo cual lejos de alterarme, me tranquiliza.

sábado, 6 de diciembre de 2008

... pensando que pensaba pensamientos

Pensé en describirte todo aquello que recorre mi cuerpo,
más vislumbré que era necio comparar palabras con sentimientos.
Pensé en demostrarte todo aquello que yo siento,
más advertí que era poco manifestar pasiones con hechos.
Pensé en explicarte todo aquello que era nuestro,
más entendí que solo fue mío y en ningún momento fue vuestro.

Pensé que pensé instruirte un sentimiento y ahora pienso que pensé demasiado rápido e ingenuo.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Elogio a la locura [6]

Me ha parecido imitar aquí a los retóricos de hoy en dia que se las dan dioses en la tierra, si pueden mostrar, como las sanguijuelas, dos lenguas. Consideran gran hazaña si, en sus discursos en latín, pueden engarzar unas palabrejas griegas sin venir a cuento como piezas de mosaico. Después si no tienen a mano palabras raras, sacan de borrosos pergaminos cuatro o cinco palabras arcaicas para ofuscar al ingenuo lector. Supongo que lo que pretenden es que los que las entienden se complazcan más en ellas y los que no, queden embobados por el hecho de no entenderlas.

Pues ésta señoras y señores es la forma de escribir hoy en dia.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Retiro

Me abstraje un momento. Al despertar de mi letargo me reconocí en una sala rodeado de personas, gentes que en algún momento de mi existencia han sido, son y serán partes fundamentales de mi persona.
Observé en silencio, agarrado de la mano del anonimato del que contempla. Advertí el calor que emanaba de sus cuerpos, aquel que fluía en el aire y hacía todo aquello tan acogedor. Como un neonato embelesado que mira a su madre en su primera lactancia,
noté esa calidez propia del mismo Sol.
Discerní que estaba enamorado de todo aquello, entendí que allí estaba yo, con todo lo que ello implica. Como aquel amante que tiende hacia el amado, como aquella cabra que [dicen] tira al monte.
Indagué en el registro de mi memoria y recordé que siempre estuve aquí. Hubo un tiempo pasado en el que llegue a dudar cual Descartes, más hoy por hoy ni quiero ni puedo negarlo,
señores este es mi lugar.



..